De los cojos y los tuertos, del bajo fondo del puerto, ella anduvo enamorada. Su cuerpo era de los errantes vagabundos y emigrantes, de los que no tienen nada...
Se entregaba desde niña, en garajes o cantinas, tras la pileta, en el monte... Reina de los prisioneros, las locas, los pordioseros, los gurises del asilo...
A menudo a su cuidado, hay viejitos deshauciados, y viudas sin porvenir. Es buena como son pocas por eso la ciudad toda, repitiendo ha de seguir...
Echénle que la Geni, echénle que la Geni, hecha está para aguantar, hecha está para escupir, se entrega no importa a quién, maldita Geni.
Un dia surgió brillante, entre las nubes fluctuante, un enorme zepelín. Se paró en los edificios, abrió unos mil orificios, con mil cañones o así...
La ciudad toda espantada, se quedó paralizada, casi se volvió helada. Y del zepelín gigante, descendió el comandante, diciendo: cambié de idea.
Cuando vi en esta ciudad, tanto horror e iniquidad, resolví hacerla explotar. Mas puedo evitar el drama si es que aquella hermosa dama, de noche se entrega a mí...
Esa dama era Geni, sólo puede ser Geni, hecha está para aguantar, hecha está para escupir, se entrega no importa a quién, maldita Geni.
Sin que se lo propusiera, de tan ingenua y sincera, cautivó al forastero. El guerrero tan vistoso, tan temido y poderoso, quedó de ella prisionero...
Y ocurrío que la doncella, - y eso era secreto de ella - tenía también sus caprichos, y a darse a hombre tan pobre, tan oliendo a brillo y cobre, prefería amar los bichos...
Y al oir tal herejía, la ciudad en romería, su mano vino a besar. El Prefecto de rodillas, el obispo a hurtadillas, el banquero y su millar...
Anda con él, ve Geni, anda con él, ve Geni, la que nos puede salvar, la que nos va a redimir, Se entrega no importa a quién, bendita Geni...
Fueron tantos los pedidos, tan sinceros, tan sentidos, que ella dominó su asco. Y esa noche alucinante entregóse a tal amante como quién se da al verdugo...
Tanta suciedad le hizo, relamiéndose de vicio, hasta quedarse saciado. Y no bien amanecía, partió en una nube fría, con su zepelín plateado...
Como suspiró aliviada, ella se acostó de lado, y trató de sonreír. Mas luego al rayar el día la ciudad en gritería ya no la dejó dormir...
Tírenle piedras a Geni, tírenle piedras a Geni, hecha está para aguantar, hecha está para escupir, se entrega no importa a quién, maldita Geni.
2 comentarios:
buen comienzo de semana.
Ya:
* * * "Geni Y el Zepelin" * * *
De los cojos y los tuertos,
del bajo fondo del puerto,
ella anduvo enamorada.
Su cuerpo era de los errantes
vagabundos y emigrantes,
de los que no tienen nada...
Se entregaba desde niña,
en garajes o cantinas,
tras la pileta, en el monte...
Reina de los prisioneros,
las locas, los pordioseros,
los gurises del asilo...
A menudo a su cuidado,
hay viejitos deshauciados,
y viudas sin porvenir.
Es buena como son pocas
por eso la ciudad toda,
repitiendo ha de seguir...
Echénle que la Geni,
echénle que la Geni,
hecha está para aguantar,
hecha está para escupir,
se entrega no importa a quién,
maldita Geni.
Un dia surgió brillante,
entre las nubes fluctuante,
un enorme zepelín.
Se paró en los edificios,
abrió unos mil orificios,
con mil cañones o así...
La ciudad toda espantada,
se quedó paralizada,
casi se volvió helada.
Y del zepelín gigante,
descendió el comandante,
diciendo: cambié de idea.
Cuando vi en esta ciudad,
tanto horror e iniquidad,
resolví hacerla explotar.
Mas puedo evitar el drama
si es que aquella hermosa dama,
de noche se entrega a mí...
Esa dama era Geni,
sólo puede ser Geni,
hecha está para aguantar,
hecha está para escupir,
se entrega no importa a quién,
maldita Geni.
Sin que se lo propusiera,
de tan ingenua y sincera,
cautivó al forastero.
El guerrero tan vistoso,
tan temido y poderoso,
quedó de ella prisionero...
Y ocurrío que la doncella,
- y eso era secreto de ella -
tenía también sus caprichos,
y a darse a hombre tan pobre,
tan oliendo a brillo y cobre,
prefería amar los bichos...
Y al oir tal herejía,
la ciudad en romería,
su mano vino a besar.
El Prefecto de rodillas,
el obispo a hurtadillas,
el banquero y su millar...
Anda con él, ve Geni,
anda con él, ve Geni,
la que nos puede salvar,
la que nos va a redimir,
Se entrega no importa a quién,
bendita Geni...
Fueron tantos los pedidos,
tan sinceros, tan sentidos,
que ella dominó su asco.
Y esa noche alucinante
entregóse a tal amante
como quién se da al verdugo...
Tanta suciedad le hizo,
relamiéndose de vicio,
hasta quedarse saciado.
Y no bien amanecía,
partió en una nube fría,
con su zepelín plateado...
Como suspiró aliviada,
ella se acostó de lado,
y trató de sonreír.
Mas luego al rayar el día
la ciudad en gritería
ya no la dejó dormir...
Tírenle piedras a Geni,
tírenle piedras a Geni,
hecha está para aguantar,
hecha está para escupir,
se entrega no importa a quién,
maldita Geni.
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