lunes, 26 de enero de 2009

LA GUERRA QUE NOS MATA

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¿La guerra preventiva podría justificarse cuando su resultado es la barbarie?


Si, con tristeza en el corazón (y justamente cuando el masacrado no eres tú ni los tuyos); si, cuando el juego que se juega es tu supervivencia (y la de tu Estado) y no queda otra; ética y moralmente es repulsiva, pero los contrarios nunca van a mostrar ni casi una ínfima parte de tus respetos a la Convención de Ginebra y para más 'inri' piden tu desaparición del mapa.

Posiblemente, si me hallara en la tesitura de tomar partido por algún bando buscaría con ansia el débil en la disputa; pero, exactamente ¿cuál es el débil?, ¿cuál es el débil?, si analizamos superficialmente no cabe duda de que los perdedores en demasía son las víctimas civiles, los llamados "efectos colaterales" imprevisibles... Sin embargo interiorizando en esta madeja, la sinrazón y el bucle infinito nos dejarían casi seguramente sin una justa respuesta definitiva...



Un dato a analizar es observar quienes son los "halcones" en ambos bandos:


Por el lado intrasigente israelí (Likud y más extremistas), tenemos comandando la política un grupo de gente de 50-60 años, personas en edad de tomar decisiones -tener mano dura- , que en su mayoría son ex-componentes del ejército -los oficiales de élite que componían el Alto Estado Mayor son la élite política de los últimos 20 años- (desde la Guerra del Yom Kipur).

Por la parte intrasigente de Hamás (contando entre otros con las influencias preponderantes de Irán, Siria y últimante hasta de Al Qaeda) los que toman las decisiones son principalmente clérigos mayores, o no tan jóvenes, más un gran grupo de casi siempre médicos (y generalmente de la órbita de los Hermanos Musulmanes) con una edad entre 40-50 años. Muchos (algunos ya eliminados ¿selectivamente? por Israel-), fueron formados en un principio bajo el auspicio del telón soviético y luego amamantados por la pseudo-nación panárabe, siempre inconclusa, y los servicios secretos occidentales indistinta y simultánamente,... sin comentarios.


Luego, tristemente se cumple: -como escribió Clausewitz- "la guerra, tiene su propia gramática"


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Las murallas de la opinión


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