miércoles, 21 de noviembre de 2007

BIENESTARLANDIA


Los partidos políticos reformistas y socialistas de Occidente tienen que debatirse con la distancia creciente -incluso hostilidad- que existe entre los ciudadanos y las clases políticas. Los partidos capaces de movilizar por agravios concretos consiguen conservar sus bases o adquirir otras nuevas, pero los partidos con proyectos a largo plazo tienen que esforzarse para mantenerse a flote. La senadora Hillary Clinton cree aconsejable hacer campaña para la presidencia sin un proyecto. Los socialdemócratas alemanes están tratando desesperadamente de volver a sus raíces ideológicas, los socialistas franceses están en pleno caos conceptual, y los laboristas, que están en el poder, también tienen sus problemas. El nuevo Partido Demócrata de Italia intentará reparar el tejido político y social desgarrado por la derecha, pero no promete una gran transformación institucional.

Los partidos actuales, seguramente, disponen de tanto talento como sus predecesores, pero tienen menos capacidad de movilización. Sus dificultades programáticas nacen de que el mundo se ha vuelto mucho más complejo. Nuestro lenguaje político es incapaz de captar las transformaciones contra las que nos enfrentamos. No es extraño que los ciudadanos de a pie, medio siglo después de que Raymond Aron proclamara le fin de l'age idéologique, se sientan escépticos ante los llamamientos a avanzar hacia horizontes lejanos. La vida en sus calles y sus lugares de trabajo ya es bastante dura. La clara pérdida de energía del bloque reformista y socialista pone de manifiesto su falta de convicción. De hecho, en muchas partes de Europa, algunos han confiscado el término "reforma" con el fin de usarlo para referirse a la reducción del Estado de bienestar.

El conflicto entre los defensores del mercado y los protagonistas del Estado de bienestar es real. También es real la posición de los procesos económicos en las instituciones y tradiciones sociales. Las recetas esquemáticas no sirven. La "movilidad laboral" es un lema abstracto, mientras que las familias, los hogares y las redes sociales de apoyo tienen una concreción histórica. Ningún país puede soportar grandes disparidades de rentas durante mucho tiempo sin perder su sentido de nación. Entonces, en el vacío que se produce, florecen las locuras ultranacionalistas. Al final, los incentivos diferenciales, teóricamente necesarios para aumentar la riqueza nacional, pueden acabar destruyendo la capacidad productiva total del país.

La defensa compulsiva de las identidades nacionales (o étnicas y regionales, dentro de los Estados) aumenta a medida que las fronteras externas e internas son cada vez más porosas. Es visible la corriente de inmigrantes hacia Europa occidental y Estados Unidos (y la Rusia europea). Las migraciones del campo a la ciudad dentro de Brasil, China, India y Suráfrica tienen también serias repercusiones sociales internacionales. Los miles de millones de trabajadores baratos añadidos a la fuerza del trabajo industrial en todo el mundo amenazan a la antigua aristocracia laboral mundial en Europa y Estados Unidos.

Está claro que los grandes bancos y empresas industriales y de servicios son internacionalistas. Para ellos, el aumento de la rentabilidad va unido al incremento de escala, de modo que lo que buscan no es un consenso con Washington sino un consenso de dimensiones mundiales, con repercusiones desastrosas para un sector importante de la población estadounidense. Las inversiones internacionales no mejoran necesariamente el desarrollo a largo plazo de las infraestructuras, la expansión de los recursos sociales ni el bienestar de los sistemas que las reciben. Unos gobiernos que no quieren ni pueden mantener controlado el capital nacional mucho menos pueden regular el capital internacional del que depende. El poder militar estadounidense no puede mejorar, ni siquiera defender, el nivel de vida del país. Y absorbe unos recursos morales y materiales que, por tanto, no pueden utilizarse para cubrir nuestras carencias culturales y sociales. La democracia occidental y su acompañamiento indispensable, el Estado de bienestar, presuponían la función central del homo faber, el ser humano productivo. ¿En qué queda la dignidad del trabajo cuando a cualquier empleado se le puede sustituir de forma instantánea? Una cultura derivada de las ideas cristianas de comunidad, aunque después se secularizaran, nos hizo pensar en la feliz coexistencia del ámbito público y el personal. La producción homogeneizada e industrializada de la cultura borra las diferencias entre lo público y lo privado, lo internacional y lo nacional, lo nacional y lo local. La defensa de la identidad se ha vuelto patológicamente agresiva, a menudo xenófoba, sobre todo cuando las identidades son, en parte, ficticias. Hay millones de personas que, liberadas del trono y el altar tras un siglo de modernidad y dos siglos de Ilustración, no pueden soportar la mezcla de una aparente autonomía cultural y una subordinación económica de hecho. Hoy volvemos a encontrarnos con las guerras civiles espirituales de los años treinta y cuarenta, y no sólo en Polonia, sino en el corazón de Europa occidental.

No es exclusivo de los europeos. Sin un pasado medieval ni la experiencia de la Revolución francesa, Estados Unidos cuenta con una violenta derecha cristiana que se siente incómoda ante la sexualidad franca y la libre curiosidad científica. El confucianismo en China, el budismo en Japón, el hinduismo en India, el islam y el judaísmo tienen sus propios fundamentalismos. Marx creía que la modernización capitalista disolvería inevitablemente los cultos locales y la religión universalista. Su más duro crítico en el siglo XX, Max Weber, pensaba lo mismo. Se equivocaron. Ahora disponemos de un capitalismo desmesuradamente celebrado y una modernidad en retroceso. Los seres humanos están contribuyendo a hacer la tierra inhabitable, pero ése es un problema que no podrá resolverse mientras no nos ofrezcan un principio de gobierno a escala mundial. Es comprensible la perplejidad de quienes redactan los programas de los partidos: se enfrentan a una complejidad abrumadora y no saben por dónde empezar.


Un mundo de complejidad abrumadora
Norman Birnbaum*
El País
20.11.07


*Norman Birnbaum es catedrático emérito
en la Facultad de Derecho
de la Universidad de Georgetown.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Los esquemas a los que estábamos acostumbrados de la sociedad del bienestar aposentada tras la recuperación de la 2ª gran Guerra y establecimiento de la Guerra Fría están cambiando: hay múltiples factores la Globalización, la popularización tecnológica, etc.
A simple vista podemos observar que las futurologías del Mayo del 68 de los oprimidos de la tierra yendo en masa sobre el mundo occidental está ocurriendo por el abaratamiento de los transportes, el GPS, la tele por Satélite, etc., sin embargo tb. ocurre que mientras el modelo americano se va europeizando, el europeo se va americanizando y en esa convergencia nos hallamos y el cómo se vaya a dilucidar en un futuro supondrá en buena medida nuestra forma de vivir, a priori no habría que ser alarmistas las curvas que se cruzan (oferta y demanda & fiends) siempre han existido y parece que existirán en búsqueda del equilibrio, inestable o no, tal vez incluso indiferente.

Es posible que el caballo esté al galope en este mismo moemnto y no podamos analizar bien su trote, esperemos acontecimeintos, no nos queda otra.

:-)

(Nota: que esto lo diga uno de Georgetown es tan sintomático, como que hay gente en el Pozo del tío raimundo que le vote al PP, las ideologías bien están en crisis o bien tieneden a unificarse, pues venden casi lo mismo..., en Espña claro está que la diferencia substancial del psoe y el pp, es simplemente de matiz y sensibilidad social, por lo demás simple cambio en el timonel y los tácticos)

La Cibeles dijo...

...lo que dices es un mundo, o mundo y medio, o dos mundos...éste de Georgetown (que ya se a qué se dedican)va a lo suyo (lo que quieren vender): ¿cómo deben elaborar los programas los partidos?...comercialmente no debe andar muy perdido si vemos lo del fichaje de D. Bill...

La tecnologica es una revolución inesperada en sus consecuencias, no todos están preparados para entenderlo todo a la vez...quizá los que han/hemos :-) estado en las génesis, pero no creo que sea el caso de los líderes que deben conducir las políticas del s.XXI,
-con algunos problemas serios por abordar-, y que primero hay que entenderlos...

Que no se puede estar al caldo y a las tajás...¿cuándo trabajan, si van de feria en feria?

:-)

TonioMadrid dijo...

"Hallamos" es lo que estamos encontrando, "hayamos" de haber donde estamos...

Ese anornimillo es un an alfa bestia, o muy rarito al expresarse, bueno lo de tantas obras públicas en África es un motivo o atisbo o rayito de esperanza...

Salud

La Cibeles dijo...

Ni echo en cuenta sus hechos, me cae bien, y no es nada picajoso.

:-)


Lo de las obras en Africa es una estrategia financiada por la UE para que tengan trabajo allí y no vengan a trabajar aquí. Hace años que estaba pensado, era "la" solución -y en todo el norte- las obras de infraestructura son colosales. Me muero por saber como van...

...que es mentira, que lo que quiero es ir a Tanger otra vez...

:-)

Anónimo dijo...

la búsqueda del equilibrio,,,

y como siempre el estado de bienestar a debate.

un abrazo pepe

La Cibeles dijo...

El dabate es la sostenibilidad, aplicada a todo, creo yo...

Anónimo dijo...

pero como siempre se pone bajo sospecha el estado de bienestar.

un abrazo pepe.

que pases buena noche.

que termine pronto la semana....